30.3.13

Tedio.

No sé qué hacer con un "te quiero" en los brazos. Yo sólo dispongo de palabras y de las sombras que mis huellas dejan sobre el camino. Llega el viento, y las huellas se deshacen. Me quedo armada de palabras. Se aproxima la vorágine, y quedo muda. Mi única piedra es entonces el silencio.
Los días se suceden con el aplomo de un viejo señor inglés que ha olvidado cómo preparar un té. Aguantan, impecables, hasta conectarse a un altavoz y depurarse por completo. Aguantan, soportan, se abstienen. Leen a Agatha Christie por temor a que alguien los lea a ellos. Porque de la lectura viene el análisis, y del análisis la devastación. La destrucción y el asolamiento. Al fin llega el mayordomo, se cae el telón y los días se desangran. Y se suceden con la ligereza del sueño de un caracol.
Suaves brisas de primavera.

25.3.13

Ptoseis.

Sólo otra flor que se deslumbra por la primavera. Otra flor que peina sus pétalos bajo el sol, con un remolino de sonrisas grabado en sus hojas. Otra flor que echa de menos empaparse de rocío. Una flor que le ha robado la voz a la dulzura en el precioso momento en que le susurraba al candor.
Incluso podría hacer la fotosíntesis si me tocas. Derramaría miel por los senderos que recorren tus brazos. Quizá si viertes tu luz bajo mis párpados cuando duermo, podrás cambiar el color de mi tallo. Y si abres esa ventana, querrás que no me alcance el manto del invierno que ya murió.
Pero no te vayas demasiado lejos en este país de condicionales. Ando falta de conjunciones.