13.12.10

Arden los rincones - I

No te diré cómo me sorprendí a mí misma -¡en qué demonios andaría yo pensando!- aquella amarga tarde de verano. Sólo te diré que soñaba con una playa. Sólo debes saber que las sábanas se me escapaban de las manos. Y debes saber que soy una bruja de las malas, de ésas con la piel verde y una verruga en la nariz. De ésas a las que ya no quiere nadie. La Filosofía se comió incluso mis pies y me quedé flotando sin flotar en medio de la luz que entraba por la ventana. La luz de un Sol que quería marcharse. Pero yo no lo dejé. No me despisté ni para suspirar. Aguardando el momento clave en el que se revelara la verdad, me vi abandonada entre cristales con una nota en las manos. ¿Y qué decía la nota? ¿Y cómo quieres que lo sepa si no lo sé leer?

8.12.10

Voz dormida para el tiempo.

Reposo en el fondo de mi cueva, como la voz que descansa tras la canción de tu cuerpo. Como el cuervo que dejó de esperar a que amaneciera e inventó su propia mañana. Y duermo, esperando ser el sueño de tu voz, o ser tu voz dormida.
Las palabras quedaron en el aire y se impregnaron en las nubes, a medida que te alejabas y las dejabas en libertad. La lluvia cayó, deseosa de encontrar la paz en el suelo, y me impidió oírte. A veces pienso que no dijiste nada, y que el último de tus recuerdos grabado en mi mente fue aquella lluvia de barro.
Tu reflejo no llega hasta el fondo de mi cueva. Las paredes empapadas, la puerta destrozada y las mariposas rotas, volando, buscan la salida, salen al jardín y huyen del cuervo. Lo sé porque lo creo, lo espero, pero queda más allá de mi posibilidad de percibir. Es sencillo hasta mojar. Sólo puedo oír al cuervo.
La repetición de cada día hasta que el verde se torna gris, y el gris desaparece, y las ventanas se rompen porque no se pueden abrir. El cielo se cae a pedazos y arrasa con la porción de mundo que queda en tus manos. Mis queridas mariposas sí consiguieron evadir la lluvia, pero el precio que pagaron fue muy alto. El cuervo destrozó sus alas.
Y éste es el último recuerdo que me dejaste. Que tus ojos no caigan en el tedio del sol. Déjame ser tu mundo, porque no tengo otra opción. Y vuelve a la cueva, la cueva que me encierra, donde no existe el tiempo y las estructuras caen por su propio peso. Súmete en la memoria y duerme conmigo, con tu voz dormida.

5.12.10

En diferido

Un momento para echar de menos, sin darme cuenta. Y hundir mi cabello entre tu ropa para tratar de empaparme de tu calor. Contar kilómetros como si fueran segundos, segundos que se arrastran como si fueran horas. Allá donde el frío no se olvida de mí, en aquel lugar, allá fue donde quedaron mis alas. Las dejé envueltas, como regalos de Navidad.
La televisión ha muerto.
Primera parte de las crónicas de la unión de las tierras.

4.12.10

Qué bueno es el vicio.