3.10.13

Que le jodan a todo, que te jodan a ti.

¿Y por qué una mentira, y no más bien otra cosa?
Se acercó a la ventana con paso trémulo. La abrió. "Hoy no pasarás, otoño. No, hoy no". La cerró. Caviló dejarla entreabierta. La volvió a abrir, la volvió a cerrar. En realidad, podría. Media vuelta y hasta la cama. Se deja caer -con levedad, porque es leve-, y media vuelta y hasta el rincón. Con la frente en la pared, piensa en que tal vez es demasiado tarde y el otoño ya ha entrado.

Podría escribirte canciones de amor, podría componerte un yambo.
Podría quitarte la ropa y con las mismas volarte la cabeza.
Podría colocarte una corona, podría hundirte con mil reproches.
Podría gritarte, y gritarte, y gritarte, o podría no hacerlo.
Podría desnudarme frente a ti y permitir que... -idea de retorno no explícita-.
Podría transformarme en una paloma con alas de manía persecutoria, pero ése no es mi estilo.
Porque podría no hacerlo, porque el mundo se me ha dispuesto de forma que me parece que lo más adecuado es no hacerlo. Que no lo voy a hacer, que sólo digo mentiras y considero que hoy no es el día en el que te voy a absolver de tus pecados.

¿Qué gano? Mejor, ¿qué no pierdo?
Que sólo digo mentiras.
Y llueve. Es decir, no llueve. Llueve por dentro, no llueve por fuera.
Lluvia de dimensiones estratosféricas.

Mentiras y otras cosas dignas de decir. Existen sólo un puñado de palabras que me gustan. Y como todo, esto es un ciclo inútil de repeticiones -idea de retorno no explícita: entonces es cuando terminas-.

Ya soy uno de tus libros viejos. Ahora te diré que no sé cómo enfrentarme a un espejo y no lo entenderás porque acabo de restarle tres líneas a este párrafo, pero -como espero de todo corazón que supongas- no me queda nada más que explicar, que justificar, que contarte. Porque podría no hacerlo, y es por eso por lo que he decidido que no lo voy a hacer.

Que sólo digo mentiras.

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