1.3.11

Idiota.

No puedo evitarlo. Me estoy volviendo completamente estúpida.
Con los labios cortados y la vergüenza colgando de la mano izquierda, sólo se me pasó por la cabeza abrir la puerta de color verde. Y di un golpe en el teclado. Cada vez actúo con menos sentidos. Tacho, y vuelvo a escribir. Tacho, y no escribo nada. Abuso de las metáforas, y me gusta, porque sé que me odian. Casi tanto como yo a ellas.
¡Qué tedioso puede resultar abrir la puerta equivocada! Me adentré en una habitación sin ventanas. Ni siquiera un miserable tragaluz. Y da igual, porque dentro de poco quemaré mis líneas, ¡da igual, da absolutamente igual! Si pudiera volver a poner los pies en 1886 y rugir como un león sé que acabaríamos hablando de algo más trascendente. Acabaríamos... estoy acabada, por mis pies.